Hoy le recé a un dios extranjero
en un templo de piedra con olor a frutas.
Pensé en una oración herida,
tu nombre pidiendo el mío.
Junté las manos entre los ojos
como lo hacen aquí.
Y le conté al dios un hechizo del oeste
para pintar de luz el silencio
y de azul y de rojo a un héroe
y una mirada de lila,
y de celeste el día
cuando aprendí tu idioma
y de negro infinito
e´l día en que el bardo perdió su voz.
Mario M